Si las personas en realidad navegamos el oceano existencial buscando propósito y
comprehensión. Igual lo hacemos en navíos construidos de nuestras experiencias y
creencias acumuladas durante nuestras vidas. Nos compartimos planos para
embarcaciones gigantes o veleritos ágiles y quizás alguien habrá diseñado algún
submarino espiritual.
Quizás alguíen en algún momento decidió que existimos para procrearnos, el mismo
habrá construido un baco poligamista donde la tribú debe cuidar los niños en
conjunto. Para ellos la infertilidad habrá sido el peor posible fracaso. En
cambio, los 10 mandamientos de Moises restringen el cambio de curso y es un barco
dirigido hacia un destino prescrito por alguna deidad idílica; algún tipo de proa
construida en función de los materiales disponibles y el espíritu que habrá
regido en esa época.
De esa manera entiendo que aquellas construcciones donde la razón no es la pura
substancia del navío que toma forma sobre la autocrítica y la experimentación
contra la realidad del oceano son por construcción ineficientes. El catolicismo,
el Tao y el islám no pueden jamás justificarse intentando evitar el naufrago con
sus parchos de lógica y directivas en conflicto, no sólo entre sí, sino también
con la realidad que navegan, inconscientes de la resistencia que les presenta en
su viaje.